Thriller dramático en Melbourne
El duelo de titanes estuvo en todo momento muy igualado y finalizó de madrugada, con alevosía y nocturnidad, pues el madrileño, Verdasco, seguro que temía retirarse del cemento azul (antes era verde; ya no parece el Open de Australia) como tuvo que hacerlo: con una doble falta. Fue un triste final a un partido de tal calidad que exigía un colofón épico. Por contra se escribió uno de los más bellos guiones imaginables.
Verdasco empezó a sentir el peso de las horas sobre la cancha, de la presión e inminencia de disputar la final y del cansancio propio de la paliza derivada del altísimo nivel de juego desplegado, y todo ello hizo que retuviera a duras penas su servicio durante 2 juegos en los que estuvo contra las cuerdas, otorgando varias bolas de break al número 1 del mundo. Nadal ganaba su saque con solvencia y presionaba aún más a Fernando quien, 4-5 en el marcador, sucumbía ante Rafa con un frustrante 0-40, lo que concedía 3 pelotas de partido al mallorquín.
Verdasco se transformó una vez más, pues llevaba un partido inconmensurable y soberbio, en gran campeón y tirando de casta y templando los nervios atacó la red remontando 2 bolas de partido. Sin embargo, cuando acariciaba el deuce, el brazo se le agarrotó y cometió su tercera doble falta del partido (todas en el último set) y tras cinco largas e intensas horas de batalla tuvo que rendirse ante el mejor y aplazar su sueño australiano.
Triste forma de caer para quien estaba firmando una actuación perfecta, que seguro será recordada. Decía Verdasco que a cinco sets no tenía nada que hacer contra Nadal, pero estuvo más cerca que ningún otro de alterar el curso natural del campeonato e impedirnos disfrutar de otra final entre dos hombres que ya han hecho historia en el tenis mundial, Federer y Nadal.