La 23ª edición de los Goya fue tan predecible que asusta.
Camino, con 6 estatuillas, fue la gran vencedora de la noche, mientras que
Los girasoles ciegos, la película que España envió a los Oscar, se llevó sólo un premio de los 15 a los que había sido nominada. Pero ya hubo quien avisó de que era la gran favorita a darse un buen batacazo. También
Sólo quiero caminar se marchó casi de vacío (Goya a la mejor fotografía), cosa que ocurrió con el fracaso de José Luis Garci pagado por la Comunidad de Madrid,
Sangre de mayo. La otra agradable sorpresa de la noche vino de la mano de
El truco del manco, que se alzó con 3 merecidos premios (canción, dirección novel y actor revelación). También 3 Goyas cosechó lo último de Álex de la Iglesia,
Los crímenes de Oxford. La segunda parte de
Mortadelo y Filemón y
Ché, ambas con 2, y
El Greco, con uno, cerraron el capítulo de películas españolas galardonadas.
Penélope Cruz fue uno de los focos de atención de la noche, ataviada de forma elegantísima (sólo Belén Rueda pudo, quizás, hacerle sombra en ese aspecto) demostró sus tablas sobre el escenario dando un discurso muy correcto y bien estructurado, con una cadencia perfecta, y permitiéndose reivindicar la actuación de Goya Toledo en
Los años desnudos, quien ni siquiera había sido nominada, generando un gran asombro en la aludida y en el resto de asistentes a la gala. Pero Pe no fue la única estrella de Hollywood sentada en las butacas del palacio de congresos del Campo de las Naciones.
Benicio del Toro acaparó todas las miradas de la noche, así como la constante y pesada atención por parte de los organizadores de la gala. Su Goya por su papel del Ché estaba cantado y durante su pésimo discurso puso de relieve la situación del cine español al asegurar que no había visto ninguna de las demás películas nominadas. No sólo demuestra su falta de tacto, ni su descortesía, sino también que los realizadores españoles apenas hacen cine que pueda traspasar fronteras, y lo que no saben o no quieren saber, es que el espectador español prefiere el cine universal al que sólo puede entenderse conociendo muy bien el contexto.
También
Javier Fesser acabó siendo reclamado por todos los flashes, pero en su caso se debió a que su película sobre el Opus Dei,
Camino, se alzó con los premios a mejor película, director, guión adaptado, actriz principal y revelación, y actor secundario. Fesser abandonó su vis cómica de anteriores títulos para narrar esta historia en la que la joven Nerea Camacho ablanda corazones tan magistralmente como ayer al recibir su premio. Su elegancia natural y su desparpajo presagian que estamos ante una gran actriz en ciernes.
J.M. Montilla, El Langui, líder del grupo de hip-hop La Excepción, era el protagonista de
El truco del manco, y subió por partida doble a recibir un Goya, por su canción y su actuación revelación. Sin duda todo un ejemplo de superación, pues padece una muy notoria discapacidad física. En silla de ruedas llegó
Jesús Franco, el homenajeado de la ceremonia, por sus múltiples películas realizadas fuera de España durante la dictadura y los ochenta. No obstante no sé si el hecho de ser tan prolífico le hace merecedor del Goya de Honor, pues la calidad de sus films es lo que permite que pueda rodar más que cualquier otro. Sus películas viajaban desde el gore hasta el erotismo, pasando por escenas de serias perversiones sexuales. No sólo en España escandalizaba, sino en otros muchos lugares.
La presentadora fue Carmen Machi, más conocida por su papel de Aída en la serie homónima, y se mantuvo discreta, a dos caballos entre la solemnidad y la comedia, no convenciendo en ninguno de los aspectos. Sus intervenciones se vieron salpicadas por la aparición de José Corbacho y los
sketchs de los chicos de Muchachada Nui, que mostraron un nivel más bajo del esperado. Sólo Joaquín Reyes, el inventor del programa friki-cómico, puso el punto gracioso al salir disfrazo de uno de los 4 Fantásticos.
Entre las ausencias notorias destacaron la del mexicano Diego Luna, la del director chileno Andrés Wood cuya película fue galardonada como la mejor hispanoamericana, así como Antonio Banderas, que apoyó el proyecto de
El Lince perdido (mejor película de animación), y de Javier Bardem, quien sigue perpetuando su fama de alérgico a las cámaras fotográficas y no acompañó a su novia, Penélope, ni a su madre durante la gala. Sin embargo también hubo una serie de personalidades cuya presencia carece de sentido. Me refiero al Ministro de Sanidad Bernat Soria y al presidente de Castilla-La Mancha, Barreda. Que alguien me explique a qué debemos su asistencia.
Y como cosas curiosas para poner punto y final a esta crónica, hay que resaltar el Goya que Javier Gutiérrez partió en dos; que la presentadora confundió la nueva película de Sean Penn,
La vida de Harvey Milk con la vida del actor Harvey Keitel; que a Santiago Segura le traicionó el subconsciente y en vez de hablarnos de cine en crisis lo hizo de dinero en crisis; que la Presidenta de la Academia de Cine se quedó con la palabra en la boca cuando un compañero suyo concedió el último premio de la noche; que Maribel Verdú llegó con un poco de retraso, fue asustada por un zombi (durante una semirecreación del film
[REC]) y lloró a moco tendido tras el vídeo de aquellos que habían muerto durante el último año; que Corbacho siguió en su línea de excentricidad con 2 trajes azules indescriptibles y posiblemente confundiendo a Benicio con Guillermo del Toro; que Nacho Vigalondo, injustamente tratado sin el Goya que merecía a director novel, presentó el cortometraje de ficción en vez de documental como correspondía; que el padre africano del director Santiago Zannou (
El truco del manco) se convirtió en objetivo de las cámaras; que Antxón Gómez (director artístico de
Ché) se destapó con un discurso muy bien narrado; que el realizador de la gala se deleitaba con las caras con que pillaba a Álex de la Iglesia absorto en el devenir de la ceremonia; que obviamente Batman no se llevó el premio a película europea por su ausencia de compromiso social; y que indudablemente se trataba de un falso directo.