El carácter sindical
Los sindicatos velan por lo suyo, que no son los trabajadores, sino sus intereses; casi siempre políticos. Aquellas ideas en torno a los trabajadores, a la unión de estos para defender sus intereses... no es más que una utopía, tanto como aquellas teorías del cooperativismo que desarrollaron Robert Owen y Charles Fourier. Señores, esto es lo que hay.
Los sindicatos del siglo XXI, los grandes, se definen por su defensa ideológica a ultranza, muy por encima de la defensa de sus miembros. Todo aquello que entre dentro del espectro de izquierdas merece ser considerado y colaborar en la causa. Tan triste es la situación que estamos viviendo que un ejemplo lo dice todo: los grandes sindicatos se muestran incapaces de manifestarse por la epidemia de la era Zapatero -el galopante paro que asola España- pero no dudan en salir en defensa del superjuez de izquierdas, Baltasar Garzón.
Una vez más reitero la necesidad de disolver el actual modelo sindical para que estos se nutran de la autofinanciación, de modo que sea fácil saber en qué linea van los intereses de cada sindicato y no que estos cedan a la ideología anteponiéndola por encima de las personas. Es socialismo, sí, ya lo sabíamos, pero esperábamos un poco de solidaridad con los millones de familias afectadas. Y creíamos, queríamos creer por buena voluntad, que la inmovilidad de los sindicatos era fruto de su ineptitud, pero el caso Garzón nos ha demostrado que no, que la izquierda sigue tirando mucho y que es la izquierda la que se esconde detrás de estos males.
De modo que nuestros sindicatos cada vez se parecen más a los denominados sindicatos que proliferaron por Nueva York, así como el resto de la geografía estadounidense, desde mediados del siglo XX. Esas asociaciones, inspiradas por Cosa Nostra, buscaban lo mismo que nuestras CCOO, UGT, CNT..., buscaban negociar con el poder, mover hilos y contentar a los trabajadores con las migajas cuando los acontecimientos favorecían el interés oculto del sindicato. Escalofriante semejanza.
Los sindicatos del siglo XXI, los grandes, se definen por su defensa ideológica a ultranza, muy por encima de la defensa de sus miembros. Todo aquello que entre dentro del espectro de izquierdas merece ser considerado y colaborar en la causa. Tan triste es la situación que estamos viviendo que un ejemplo lo dice todo: los grandes sindicatos se muestran incapaces de manifestarse por la epidemia de la era Zapatero -el galopante paro que asola España- pero no dudan en salir en defensa del superjuez de izquierdas, Baltasar Garzón.
Una vez más reitero la necesidad de disolver el actual modelo sindical para que estos se nutran de la autofinanciación, de modo que sea fácil saber en qué linea van los intereses de cada sindicato y no que estos cedan a la ideología anteponiéndola por encima de las personas. Es socialismo, sí, ya lo sabíamos, pero esperábamos un poco de solidaridad con los millones de familias afectadas. Y creíamos, queríamos creer por buena voluntad, que la inmovilidad de los sindicatos era fruto de su ineptitud, pero el caso Garzón nos ha demostrado que no, que la izquierda sigue tirando mucho y que es la izquierda la que se esconde detrás de estos males.
De modo que nuestros sindicatos cada vez se parecen más a los denominados sindicatos que proliferaron por Nueva York, así como el resto de la geografía estadounidense, desde mediados del siglo XX. Esas asociaciones, inspiradas por Cosa Nostra, buscaban lo mismo que nuestras CCOO, UGT, CNT..., buscaban negociar con el poder, mover hilos y contentar a los trabajadores con las migajas cuando los acontecimientos favorecían el interés oculto del sindicato. Escalofriante semejanza.
Hola, Ramón.
Así es. Es precisa una revolución sindical, cuyo artículo 1 sea "Quedan prohibidas las subvenciones a los sindicatos y a las asociaciones empresariales". Ya con este primer paso se habría dado un paso de gigante.
Citas el lamentable hecho de que los sindicatos no se manifiesten por el paro, pero sí por el juez Garzón, que es rico. Esto es lamentable, pero más aún que los trabajadores no reaccionen, que no se manifiesten contra ZP y contra los sindicatos.
En fin, no conozco el antecedente de los sindicatos estadounidenses, pero sí el de los peronistas argentinos, cómplices y beneficiarios con el Poder, igual que los nuestros.
No podría estar más de acuerdo con este artículo y con el comentario de Fernando.
Cuando recibí el email de la sección sindical que me representa para la manifestación en defensa de Garzón no pude morderme la lengua por más tiempo y le hice saber al enviante que, como trabajador, bajo la cobertura de su sección sindical, me daba la sensación de que se preocupaban más por los intereses de personas con un puesto perfectamente establecido y con total seguridad profesional, y de cuyos actos (para bien o para mal, no voy a entrar a valorar ese aspecto) era perfectamente consciente, que de los desatendidos trabajadores para los que -teóricamente- CCOO debería trabajar.
La respuesta que obtuve del jefe de mi sección sindical fue que si no quería recibir mensajes de correo electrónico me diese de baja de la lista de distribución de la misma.
Obviamente después de tener semejante respuesta la poca credibilidad que les suponía ha desaparecido por completo.
Lo doy por un caso perdido, porque tienen tanto poder que nadie se atreverá a tocarlos mientras no haya una movilización social por parte de la opinión pública, y la opinión pública está demasiada preocupada perfilándose en el espectro ideológico (que digo yo nada tiene que ver con los hechos concretos que aquí se suceden, véase el número de gente apuntada a las lista de desempleo.)
Totalmente de acuerdo como puedes imaginar Ramón con tu entrada. El "problema" es que mucha gente aún se seguirá creyendo ese cuento de que para ellos lo primero es la defensa de los trabajadores y sus intereses... no se a quien pretenden a estas alturas convencer. Si yo tuviese que depender de un sindicato y veo que han hecho por la crisis, casi nada, y lo que han hecho por Garzón, me dejaría mucho que desear.
Un saludo
Fernando, qué diferente sería todo si los trabajadores no necesitaran de representantes "políticos" para lanzarse a la calle.
Alberto, efectivamente el problema de que poco se pueda hacer reside en el poder que ostentan los sindicatos, capaces de pararte un país al mínimo atisbo de disolución de los mismos.
Corfu, supongo que habrá trabajadores que estén hasta las narices. Pero, como siempre, serán los más críticos. Los que marchan como borreguitos tras las diatribas socialistas entenderán que sean los sindicatos los que intenten salvar a Garzón aunque a él, el trabajador, lo dejen en la estacada. Es el cáncer de este país.
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