El tren sale de Burgos
Al fin el ferrocarril abandona el centro de la ciudad castellana para rodearla y hacer su parada en la nueva estación de trenes situada al norte, en una zona de expansión urbanística. Hoy, esta madrugada, ha tenido lugar el esperado cambio, y nuestra ya antigua estación decimonónica de estilo francés ha dejado paso a la moderna estación que acogerá al AVE en unos años, en lo que se tarde en construir la vía desde Valladolid.
Burgos era otra de esas numerosas ciudades españolas que están cruzadas por las vías del tren, dividiendo de facto a la urbe en norte y sur respecto al ferrocarril, ejerciendo de molesta barrera geográfica. En unos años, cuando los raíles y las tapias dejen paso a una moderna avenida de 11 Km, volveremos a referirnos de meridional o septentrional tomando al río Arlanzón como línea divisoria.
Los peligrosos pasos a nivel que tantas vidas se han cobrado pasarán a ser historia -trágica- y la clásica estación, que en su día contó con una coqueta marquesina al más puro estilo europeo y similar a la de Valladolid-Campo Grande, se destinará a otros usos, los cuales aún no están decididos. Lo ideal, el soterramiento, no ha sido posible por lo complicado de su financiación, algo que no ocurre en Valladolid donde el dinero parece correr a raudales, pero al menos hemos sacado las locomotoras del centro. Su ventaja era su cercanía a los puntos de interés turísticos y la posibilidad de poder contemplar la catedral y las Huelgas desde el vagón.
No obstante, y a pesar de la buena noticia que todo esto supone, la nueva estación ha nacido con polémica por culpa de una arbitraria decisión del PSOE nacional, al otorgar al edificio el nombre de una militante socialista ya difunta y a la que el Consistorio reconoció su labor otorgándole una calle. El Gobierno sigue así su política de nombrar las nuevas estaciones con nombres de mujeres (cosa que no veo mal, aunque tampoco especialmente necesario, pues en Burgos no tendremos que distinguir entre Atocha y Chamartín) y tan dialogador que se cataloga queda en entredicho cada vez que se le presenta la oportunidad.
Burgos era otra de esas numerosas ciudades españolas que están cruzadas por las vías del tren, dividiendo de facto a la urbe en norte y sur respecto al ferrocarril, ejerciendo de molesta barrera geográfica. En unos años, cuando los raíles y las tapias dejen paso a una moderna avenida de 11 Km, volveremos a referirnos de meridional o septentrional tomando al río Arlanzón como línea divisoria.
Los peligrosos pasos a nivel que tantas vidas se han cobrado pasarán a ser historia -trágica- y la clásica estación, que en su día contó con una coqueta marquesina al más puro estilo europeo y similar a la de Valladolid-Campo Grande, se destinará a otros usos, los cuales aún no están decididos. Lo ideal, el soterramiento, no ha sido posible por lo complicado de su financiación, algo que no ocurre en Valladolid donde el dinero parece correr a raudales, pero al menos hemos sacado las locomotoras del centro. Su ventaja era su cercanía a los puntos de interés turísticos y la posibilidad de poder contemplar la catedral y las Huelgas desde el vagón.
No obstante, y a pesar de la buena noticia que todo esto supone, la nueva estación ha nacido con polémica por culpa de una arbitraria decisión del PSOE nacional, al otorgar al edificio el nombre de una militante socialista ya difunta y a la que el Consistorio reconoció su labor otorgándole una calle. El Gobierno sigue así su política de nombrar las nuevas estaciones con nombres de mujeres (cosa que no veo mal, aunque tampoco especialmente necesario, pues en Burgos no tendremos que distinguir entre Atocha y Chamartín) y tan dialogador que se cataloga queda en entredicho cada vez que se le presenta la oportunidad.
Ramón, después de varias turbulencias, y en los estertores del año, El Mentidero ha vuelto.
No sé si me habíais echado de menos, jejeje...
¡Feliz año!
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